Foto © José Hevia
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Luz House

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Ubicación
Calle de la Iglesia, 10895 Cilleros
Año
2013

Cilleros es un pequeño pueblo del oeste de España, situado al norte de Extremadura junto a la frontera con Portugal. El pueblo tiene hoy menos de la mitad de habitantes que en los años 50 del siglo pasado. Como es de suponer, esta despoblación hace que algunas casas estén abandonadas y el patrimonio local se vaya degradando. Una fundación para la recuperación del patrimonio arquitectónico lucha contra este fenómeno que afecta a toda la comarca, ofreciendo viviendas a un coste muy reducido a condición de rehabilitarlas.

Luz, la cliente, siempre había querido tener una casa en Extremadura, y acabó comprando a la fundación dos casas en Cilleros; una para ella y otra para su hija Gabriela. Se puso en contacto con nosotros para encargarnos el proyecto de reforma integral de las dos casas, a las que internamente llamamos “Casa Luz” y “Casa Gabriela”. Son dos proyectos diferentes pero con aspectos en común, aunque Casa Luz sea un edificio entre medianeras y Casa Gabriela sea un edificio en esquina.

Desarrollamos los dos proyectos y a día de hoy se ha ejecutado Casa Luz. Las comunicaciones para llegar a Cilleros no son buenas y está a más de 900km de Barcelona, donde se ubica nuestro estudio, por lo que ya antes de empezar se intuía que esto iba a ser un factor determinante a la hora de ejecutar la obra. Cuando visitamos el pueblo por primera vez, fuimos en coche desde Madrid. A medida que nos íbamos acercando a la zona, la carretera comenzaba a estar rodeada de un vastísimo terreno de preciosas dehesas de superficie ondulada. Durante largos ratos de conducción no se intuía la presencia de población alguna, sino un mar verde salpicado de encinas y alcornoques. Cilleros es un pueblo cuya principal ocupación es la agricultura, y la fertilidad del terreno de la zona se hace patente con la abundancia de flores que crecen de modo exuberante en los márgenes de los caminos de acceso al municipio. Al llegar al pueblo visitamos las dos casas, que estaban en estado de ruina tras un periodo de abandono. Había una serie de intervenciones de reforma interior que más que ayudar, estorbaban, pero las fachadas de piedra estaban en buen estado.

Casa luz es una vivienda entre medianeras de tapial, de planta alargada y crujía estrecha como corresponde a la tipología edificatoria habitual en el pueblo. La fachada trasera se abre a un huerto presidido por una higuera, y la fachada principal, con la entrada a la casa, está en la calle De la Iglesia. Luz quería una casa luminosa que disfrutara del aire libre y de la presencia del huerto. Debido a la geometría de la parcela el área central de la casa no gozaba de luz ni ventilación, haciéndola poco habitable. Estos condicionantes, sumados a un bajo presupuesto, llevaron a adoptar una estrategia de proyecto sencilla; vaciar y sanear totalmente el interior manteniendo las fachadas de piedra y las medianeras de tapial, organizando un nuevo interior alrededor de un patio que provea luz y ventilación cruzada a la todas las estancias.

Al plantearnos un proyecto cuyas visitas de obra iban a ser complicadas, inicialmente pensamos en una obra que utilizase elementos semiprefabricados o piezas de gran formato para poder acelerar el proceso de construcción, como placas de madera contraplacada. El tener que transportar estos elementos a través de calles estrechas y la poca ventaja económica que ofrecían al competir con sistemas de construcción tradicionales nos hizo desechar esta opción. Aprovechar el saber hacer local y la fiabilidad de los materiales tradicionales parecía la mejor opción y así se hizo la casa.

Al derribar los forjados descubrimos que había un desnivel de 40cm entre los huecos de la fachada trasera y la principal. Nuestra intención de hacer dos forjados planos se modificó para adaptarse a las fachadas, y tomamos la decisión de construir cuatro forjados escalonados a distintos niveles conectados mediante una pasarela. Cada una de estas bandejas contendría un único uso; cocina, salón, habitación 1 y habitación 2. Respecto a la comunicación vertical, la sala y cocina son atravesadas por el núcleo de escaleras, evitando que la circulación invada los dormitorios, que se encuentran entre el patio y la fachada principal. Al estar separadas del resto de la casa, las habitaciones pueden prescindir de puertas. Cada habitación tiene su propio baño, abierto completamente al patio y con doble acceso, desde la propia habitación y el pasillo. Adicionalmente, una pasarela exterior de entramado metálico rodea el patio por completo, permitiendo una doble circulación interior-exterior. Gracias al desnivel antes mencionado, en la sala de estar y en la cocina la pasarela sirve como banco donde poder sentarse, extendiendo el programa de las estancias hacia el interior del patio. Teníamos claro que en el patio plantaríamos un árbol de hoja caduca debido a que ayudaba en muchos aspectos. Por un lado, modula la relación visual entre las habitaciones y las zonas más públicas, y por otro, nos ayuda térmicamente al proteger del sol el vidrio de las fachadas del patio en verano, y nos ayuda a generar efecto invernadero en invierno cuando deja pasar el sol de modo que la casa se calienta y se ilumina. Además de razones puramente funcionales, hay razones más relacionadas con lo puramente placentero que nos llevaron a decidir plantar un árbol. En la sala de estar y en la cocina estamos rodeados de verde, entre el huerto y un árbol de hojas temblonas y tronco de brillos plateados como es el abedul, que el viento mueve dándole al interior de la casa una atmósfera cambiante y agradable. El abedul introduce vida y humaniza un entorno mineral y acristalado. Nos brinda una relación directa con el tiempo y la consciencia del paso de las estaciones, con un patio que va mutando con los cambios de color del follaje, la caída de las hojas y el nuevo crecimiento de las mismas.

La calle de la Iglesia en la que se sitúa la casa es la que une el ayuntamiento y la propia iglesia que le da nombre. Esto significa que toda a gente que iba a misa, a una celebración o a un funeral pasaba por delante de la casa y opinaba. La relación de los habitantes de un pueblo agrícola como Cilleros con los árboles es intensa, pero normalmente desde un punto de vista utilitarista, y no acababan de comprender muy bien que un árbol estuviera dentro de una casa en lugar de fuera de ella. Nuestra relación con los habitantes empezó con ciertas miradas de recelo ante el forastero cada vez que íbamos, para después criticar la obra que estábamos haciendo cada vez que pasaban por delante de la fachada, para al final acabar colaborando en la propia plantación del árbol en el marco de una relación amistosa. La casa es ahora muy popular en el pueblo. La distancia a la obra desde Barcelona y la dificultad de llegar en tren o avión hizo que en lugar de ir muchas veces para poco tiempo, estirásemos la duración e intensidad de las visitas espaciándolas más. Íbamos para 4 o 5 días una vez al mes. Nuestra jornada de visita de obra duraba lo mismo que la jornada de los operarios, dos hermanos de un pueblo vecino. Durante la obra mantuvimos una relación muy intensa con ellos, con frecuentes discusiones que acababan apaciguándose con una cerveza en el bar al final de la jornada, para volver a empezar al día siguiente. Durante estos días de visita acabábamos decidiendo in situ muchos detalles y planeando cambios y ajustes, dejando a los operarios trabajo definido para las próximas semanas, en las que únicamente tendríamos contacto telefónico.

La estructura y la construcción son de una sencillez aplastante. La obra muestra su materialidad sin complejos y contrasta de forma deliberada con las texturas irregulares del tapial y de la piedra, que se han pintado a la cal. Hemos buscado que la intervención se distinga de la preexistencia mediante la utilización de superficies y materiales de aspecto terso y liviano, como el metal, el cristal, los espejos o el pavimento continuo. El revestimiento de los baños es de baldosa esmaltada blanca que, además de cumplir con su labor higiénica y de impermeabilización, refleja las hojas del árbol y la luz del patio duplicando su efecto. Encajando con la estrategia de que la intervención tenga un aspecto ligero, necesitábamos forjados de canto delgado, que además nos venían mejor para adaptarnos a los huecos existentes en la fachada. La solución fue optar por forjados unidireccionales de vigas de perfilería HEB 100, sobre cuyas alas inferiores se apoyan tableros machihembrados cerámicos de 1m. Sumándole la capa de compresión obtenemos un forjado de únicamente 15cm de canto, que nos dan una gran sensación de ligereza en una casa de muros de piedra.

Se ha buscado una atmosfera donde el color rojo de la cerámica y el verde intenso del abedul predominen, y que sea la luz la que través de estos materiales bañe de diferentes matices las paredes y suelos a lo largo del día. El propio material cerámico nos da la textura y el color cálido deseado, por lo que no fueron necesarios pinturas ni falsos techos. El hecho de que se trate de una segunda residencia facilita la tarea de relacionar la vivienda de manera directa con el entorno natural, utilizando únicamente una chimenea y un árbol como elementos de control climático.

La totalidad de la planta baja está cubierta por un gran manto de rasilla de color rojo, que acompaña a los techos. El replanteo del despiece de la rasilla nace desde el propio centro del árbol, que define un alcorque a su alrededor. Esta planta baja se entiende casi como una prolongación de la calle, como un acceso a la casa en la que se pueden dejar las bicicletas y cuya parte trasera se puede utilizar en verano como salón para sentarse “a la fresca”. Esta estancia está ideada para que pueda abrirse por completo tanto al patio como al huerto, para gozar del frescor de la brisa en las horas de siesta de la época estival.

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